En los misteriosos ríos de la Amazonía ecuatoriana habitan dos especies de delfines que, por años, han sido símbolos de vida y equilibrio natural: el delfín rosado (Inia geoffrensis) y el delfín gris (Sotalia fluviatilis). Hoy, amenazados por la minería, la contaminación, la pesca incidental y la deforestación, estos mamíferos enfrentan uno de los mayores retos de su existencia: sobrevivir.
Ante esta realidad, Ecuador ha decidido actuar. Por primera vez, el país cuenta con un plan nacional específico para conservar a los delfines de río, una herramienta de política pública que busca preservar no solo a estas especies emblemáticas, sino también la salud de los ecosistemas acuáticos que sostienen la vida en la Amazonía.
La iniciativa nace de una alianza entre el Ministerio del Ambiente, WWF Ecuador, el Instituto Nacional de Biodiversidad (INABIO) y actores locales; integrando ciencia, saberes ancestrales y participación comunitaria. El plan traza cuatro ejes estratégicos: investigación científica, manejo sostenible, educación ambiental y gobernanza participativa.
Pero más allá de los documentos y las estrategias, este esfuerzo representa un cambio profundo: ver a la biodiversidad no solo como patrimonio natural, sino como parte vital de nuestras comunidades y su futuro. Proteger a los delfines de río es proteger el agua que bebemos, los bosques que respiramos y las culturas que florecen junto a ellos.

Este paso también reafirma el compromiso de Ecuador con acuerdos internacionales en defensa de la vida silvestre y posiciona al país como un actor clave en la protección de los ríos sudamericanos.
Ahora, los delfines de río no nadan solos. Detrás de su defensa hay científicos, líderes comunitarios, autoridades y organizaciones que han decidido remar juntos por la vida.