Lo que ocurre con la COVID-19 en todo el planeta, es una guerra que se sigue peleando. El virus tiene ventaja pues es un enemigo silencioso que ataca a los más débiles, no respeta condición social, edad, raza, ni profesión. Pero en ocasiones, aunque no parezca, ganamos pequeñas batallas cuando nos volvemos más humanos y somos mejores personas en medio de la crisis.
Muchas de esas victorias las consiguen los médicos quienes se encuentran en primera línea de batalla. Su escudo son las mascarillas y los guantes. Sus armas: una gran vocación y mucha valentía.
Uno de estos grandes guerreros fue el doctor Segundo Salvador Arévalo, médico municipal del cantón Catamayo, provincia de Loja. Él falleció el 16 de abril de 2020. Su ímpetu jamás claudicó frente al coronavirus. “Mi padre dio la vida en su consultorio, aquí pasaba varias horas sin descanso. Curó a muchas personas contagiadas”, nos cuenta su hija entre lágrimas de nostalgia y de orgullo.
Dr. Segundo Arévalo. Falleció durante la pandemia
El doctor Arévalo fue también quien tomó la iniciativa de que se cree una unidad especializada para atender a los más necesitados de su localidad. Dejó una huella imborrable en su familia, amigos y en toda la comunidad lojana.
Otro de los héroes reales es el doctor Carlos Alberto Luzuriaga Galarza. Fue luz de esperanza para varios pacientes en Loja. Falleció el 15 de mayo de este insólito año. Su vocación era genuina, siempre puso énfasis en aquello que nos hace iguales a todos: el dolor y la enfermedad, ante esto, no hay diferencias de ninguna clase. Por algunos meses luchó contra el virus y cumplió hasta el último instante que pudo con su deber de ayudar a los demás.
El doctor Carlomagno Palacios Granda también formó parte de los galenos de Catamayo que lucharon hombro con hombro. Falleció el 23 de agosto.
Estos combatientes nunca se escondieron tras la trinchera del colapso del sistema hospitalario y la debacle económica. Vieron de frente a la enfermedad y aunque parezca que perdieron la batalla, no fue así. Las familias de todos ellos concuerdan en que la pandemia sacó lo mejor de cada uno y que les dejaron un legado invaluable de unión, amor y entrega. Los extrañan y lloran su partida pero, sin duda, saben que nada de lo que pasaron fue en vano.
Un artículo realizado con la gentil colaboración de Víctor Ojeda Feijóo, desde Loja, Ecuador.